Un fin de semana intenso. Unos días con amigos y con grandes “discusiones”. Intercambiar opiniones con amigos sobre temas polémicos aunque suba el tono de la conversación es algo que se debería hacer más a menudo.
Una de esas discusiones empezó hablando de lo irresponsables que somos muchas veces consumiendo medicamentos. Es cierto que en numerosas ocasiones tomamos antibióticos, ibuprofenos y demás al menor síntoma, sin que un profesional cualificado nos lo haya indicado.
Hasta ahí, todos de acuerdo.
La conversación fue avanzando, y tocamos el tema de las píldoras, parches y demás sistemas anticonceptivos. La opinión generalizada fue que una gran mayoría de las personas que las toma, no está correctamente informada de los numerosos efectos secundarios que tiene tomar este tipo de medicación, sobretodo si se hace durante un período prolongado de tiempo.
Pero la gran polémica estalló cuando comentamos sobre la “píldora del día después”.
No voy a explicar detenidamente qué seguimos comentando después ni las diferentes posturas, algunas bastante extremas he de decir, que había en la conversación.
Pero al hilo de todo esto, se me planteó una cuestión.
Está claro que cualquiera de las posturas que podamos tomar en estos temas, es muy respetable, podamos estar de acuerdo con ellas o no.
Cada uno es muy libre de pensar que es un escándalo que personas de 15 años vayan a pedir a una farmacia esta píldora, o por el contrario que les parezca de lo más razonable que lo hagan.
Lo que no me queda demasiado claro es la postura de la farmacia. A mi modo de ver la farmacia es un servicio público. Su función y su situación están reguladas de alguna manera por el Estado.
No puede haber más de una farmacia en tantos metros cuadrados / habitante, dispensa medicación subvencionada por la Seguridad Social, etc etc.
Es decir, no es una tienda a la que entras a comprarte un jersey porque ese concretamente te ha gustado. Vas allí porque es en el único lugar en el que puedes obtener un medicamento que además te ha recetado el médico.
Ahí entra el papel del farmacéutico.
Me parece perfecto que el farmacéutico no esté dispuesto a vender un medicamento sin la correspondiente receta del médico. De hecho, lo que no debería pasar es lo contrario.
Pero y en el caso contrario? En el caso de que una persona vaya con la receta de un medicamento (la “píldora del día después” por poner un ejemplo claro), cuyo consumo no entre dentro de los cánones de moralidad y ética del farmacéutico?
No debería suministrárselo de todas formas ya que es un servicio público??
Igual que no se venden medicamentos sin receta, deberían venderse sin rechistar medicamentos que sí que la tienen aunque al farmacéutico de turno no le guste la idea?
Personalmente lo tengo clarísimo.
Una de esas discusiones empezó hablando de lo irresponsables que somos muchas veces consumiendo medicamentos. Es cierto que en numerosas ocasiones tomamos antibióticos, ibuprofenos y demás al menor síntoma, sin que un profesional cualificado nos lo haya indicado.
Hasta ahí, todos de acuerdo.
La conversación fue avanzando, y tocamos el tema de las píldoras, parches y demás sistemas anticonceptivos. La opinión generalizada fue que una gran mayoría de las personas que las toma, no está correctamente informada de los numerosos efectos secundarios que tiene tomar este tipo de medicación, sobretodo si se hace durante un período prolongado de tiempo.
Pero la gran polémica estalló cuando comentamos sobre la “píldora del día después”.
No voy a explicar detenidamente qué seguimos comentando después ni las diferentes posturas, algunas bastante extremas he de decir, que había en la conversación.
Pero al hilo de todo esto, se me planteó una cuestión.
Está claro que cualquiera de las posturas que podamos tomar en estos temas, es muy respetable, podamos estar de acuerdo con ellas o no.
Cada uno es muy libre de pensar que es un escándalo que personas de 15 años vayan a pedir a una farmacia esta píldora, o por el contrario que les parezca de lo más razonable que lo hagan.
Lo que no me queda demasiado claro es la postura de la farmacia. A mi modo de ver la farmacia es un servicio público. Su función y su situación están reguladas de alguna manera por el Estado.
No puede haber más de una farmacia en tantos metros cuadrados / habitante, dispensa medicación subvencionada por la Seguridad Social, etc etc.
Es decir, no es una tienda a la que entras a comprarte un jersey porque ese concretamente te ha gustado. Vas allí porque es en el único lugar en el que puedes obtener un medicamento que además te ha recetado el médico.
Ahí entra el papel del farmacéutico.
Me parece perfecto que el farmacéutico no esté dispuesto a vender un medicamento sin la correspondiente receta del médico. De hecho, lo que no debería pasar es lo contrario.
Pero y en el caso contrario? En el caso de que una persona vaya con la receta de un medicamento (la “píldora del día después” por poner un ejemplo claro), cuyo consumo no entre dentro de los cánones de moralidad y ética del farmacéutico?
No debería suministrárselo de todas formas ya que es un servicio público??
Igual que no se venden medicamentos sin receta, deberían venderse sin rechistar medicamentos que sí que la tienen aunque al farmacéutico de turno no le guste la idea?
Personalmente lo tengo clarísimo.
ACLARACIÓN:
Este post no quiere ser ningún ataque a NINGÚN profesional de la farmacia, que se merecen todo mi respeto y gratitud.
Tampoco quisiera que contertulios de conversaciones pasadas se sintieran molestos por ello. Si es así, mis humildes disculpas.
Tampoco quisiera que contertulios de conversaciones pasadas se sintieran molestos por ello. Si es así, mis humildes disculpas.