domingo, 7 de septiembre de 2008

El Bulli...sencillamente espectacular

Hace una semana tuve la oportunidad de cenar en compañía de unos buenos amigos en el mejor restaurante del mundo según la lista Pellegrino.

Podría extenderme con el menú, que nos dejó a todos maravillados, por la combinación de sabores, texturas y por las sorpresas que tenía. Realmente descubrí sabores que ni creí que podían existir, y combinaciones de alimentos que aparentemente no eran compatibles, resultaron ser un delicioso manjar.
Pero por si tenéis la oportunidad de ir, mejor no desvelar ninguna sorpresa.

De todas formas, una de las cosas que más me llamó la atención es la sencillez y la impecable cadencia con la que se desarrolla todo.

Llegamos a las 20:30 a la masía. Es una casa típica catalana, que aunque situada en un entorno espectacular (Cala Montjoi), y siendo un icono de la cocina de vanguardia no tiene nada de entorno frío minimalista, sino todo lo contrario.
Nos recibió Juli Soler, uno de los socios, nos presentó al sumiller y este último nos llevó a conocer la cocina. Allí estaba Ferrán Adrià como uno más, amable y sencillo, dedicado a lo suyo, a su cocina, que de impecable y organizada parecía una sala de operaciones.
Breve charla, la foto de rigor, y nos explicaron amablemente cómo estaba todo organizado y sincronizado.
Pasamos al comedor y empezó el show. Todo perfectamente calculado por un servicio que sin agobiar en absoluto era altamente eficaz. Grupos de platos, separados por imperceptibles pausas, para seguidamente continuar con la degustación.
Explicaciones, en nuestro caso en catalán y francés, que se completaban con las preguntas que íbamos haciendo.
“Esto tómenlo en dos bocados, cuidado con esa gominola que se rompe con facilidad, la lámina blanca con que sujetan no se come, levanten la navaja y deslícenla para comérsela de una vez …..“
“Son flores de begonia, setas japonesas, polvo de ginebra, está equivocado, eso son nueces no endivias…..”

Para terminar, como es habitual, café. A mi últimamente me da por las infusiones, así que pedí una. Cuál fue mi sorpresa, que el camarero se retira y vuelve a aparecer con una maceta llena de plantas, para preguntarme de qué quería la infusión!!
Me explicaron qué era cada cosa, pero yo ignorante en la materia me dejé aconsejar. Cortaron las hojitas, nos hicieron allí delante la infusión y…deliciosa!!

El Bulli no es un templo de la cocina. Es un cálido y sencillo restaurante de ambiente relajado, de entorno espectacular y con los mejores profesionales, en el que poder degustar platos excepcionales.

Que si es el mejor del mundo? No lo sé, no he probado el resto. Aunque estamos en ello :-)

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